Crónica del Año 15 de la Era Buzzerbeatiana – 2ª semana
Tan sólo acababan de empezar los juegos y la expectación era tal, que no sólo en Roma de se hablaba de los singulares combates que se habían presenciado, sino que en gran parte de las distintas provincias romanas desperdigadas por toda Europa, era uno de los temas de actualidad y  esperaban ansiosos las noticias frescas que pudiera traer cualquier viajero procedente de la Capital del Imperio. El emperador estaba orgulloso de su acierto. No solo todo el continente tenía su mirada puesta en Roma, sino que todos se tendrían que rendir ante la evidencia de cuales eran los mejores guerreros, o al menos eso era lo que él creía. Y la verdad es que la primera impresión que dejaron los legionarios romanos, no hacía más que darle la razón. Superioridad manifiesta en la arena ante unos búlgaros que no pudieron hacer más que rendirse ante el poderío de los gigantes Turbato y Sinibaldi. 
Otros pueblos habían conseguido victorias más o menos sufridas, pero en la retina de todos había un nombre: Luciano Courel, un hispano al que todos en Roma ya empezaban a conocer como “El Lince”. Los hispanos se enfrentaban ante los austriacos y lo que parecía a priori un paseo por tradición y fortaleza, empezó siendo una agónica trampa para los ibéricos. Lattinger y Haidek iban derrotando a sus contrincantes una y otra vez, y nadie entre los hispanos parecía capaz de frenar esa, que, ante la atónita mirada del público romano, se estaba convirtiendo en una presumible y sorprendente derrota, sin embargo en el momento más complicado emergió la figura del Lince Courel y poco a poco fue dándole la vuelta a la situación, hasta conseguir, que sus compañeros sedientos de victoria, derrotaran a los austriacos.
La calma vuelve, al circo. El silencio a las gradas. La paz a la arena. Pero por poco tiempo. Todos están ansiosos de volver a batirse el cobre contra sus próximos rivales. Y en una esquina apartada, ese grupo de veteranos guerreros, con cicatrices procedentes de innumerables batallas, silenciosos, reservados, que  se conocen con el nombre de hispanos, preparan su próximo enfrentamiento contra una de las tribus más importantes de la isla que los romanos conocen como Britania. Un grupo de guerreros poderosos, acostumbrados al cuerpo a cuerpo y que ya han dado buena cuenta del pueblo más poderoso de los balcanes: los serbios. 
Llega  el  momento. De nuevo excitación en las gradas. Los britanos con sus gritos de guerra buscando impresionar a sus rivales. Pero sólo un angustioso silencio aparece  del lado hispano, un silencio que poco a poco contagia y hiela a todo el circo. Un silencio  roto por un simple murmullo en el que se puede oír: “Fuerza y honor, compañeros”. A lo que responde la voz de todo un pueblo en boca de  una decena de guerreros:
FUERZA Y HONOR
                                
                                
                                
                                
                                
                                
                                    
                                       
                                        
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