Crónica del Año 15 de la Era Buzzerbeatiana – 3ª semana
Un grito desgarrador, señal de victoria, precedía al ruido ensordecedor de las gradas celebrando el espectáculo que acababan de presenciar. El “oso” Autrán acababa de derribar al último de los britanos que quedaba en pie. La fortaleza física de este gigante hacía recordar, a todo el que lo veía en acción, a un miembro de la familia de los úrsidos, de ahí que rápidamente se empezara a correr la voz y ya era conocido por ese sobrenombre por toda la ciudad. El público había disfrutado de lo lindo con la batalla y se desahogaba al grito de “hispanos, hispanos, hispanos”. Mientras en la arena todos los triunfadores alrededor de su lider, el veterano vascón Lizarazu, miraban al público como les jaleaban, con la frialdad y la gallardía con la que se habían ganado el respeto de todos.
Un simple gesto bastó para que todos se dieran cuenta de que había sido un gran día. Una mueca, apenas perceptible, salvo para aquellos que día a día combaten hombro con hombro y ponen su total confianza en sus compañeros, y que todos reconocieron como una sonrisa de aprobación. Poco a poco, con el mismo silencio con el que entraron, los hispanos abandonaron el Coliseum.
Los juegos estaban resultando un éxito. Cada jornada que se celebraba aumentaba la pasión del público. Mientras, las noticias iban llegando poco a poco a todos los lugares del imperio. Y buena prueba de ello era el hecho que empezaba a llegar gente de las regiones cercanas que no querían perderse este antológico espectáculo, o bien querían ver de cerca a aquellos guerreros que las noticias procedentes de la capital estaban ya convirtiendo en casi seres mitológicos. El emperador por su parte, rodeado de sus consejeros, estaba viendo como su prestigio iba subiendo. Tener al pueblo entretenido alejaba posibles revueltas y/o traiciones. Sólo faltaba que el final fuera el esperado. ¿Acaso alguien lo dudaba? Con los dos gigantes Turbato y Sinibaldi, procedentes de las campañas del Danubio, y seguramente los dos guerreros más poderosos de todo el imperio, parecía que nada se iba a salir del guión establecido, pero más de un senador, callaba por precaución (y por miedo a su vida), pero algunos no tenían tan claro que todo fuera un camino de rosas. Es más incluso algunos esperaban que el resultado fuera adverso para poder derrocarlo del poder. Intrigas palaciegas en Roma de las que eran ajenos todos los combatientes.
Recuperados del esfuerzo, llegaba el momento de enfrentarse al tercer rival: un pueblo indoeuropeo llamado Armenia, cuyo reino fue conocido hasta la llegada de los romanos como el Imperio de los Tres Mares ya que alcanzaba las orillas de los mares Caspio, Negro y Mediterráneo. Sin embargo, pese a la valentía mostrada, habían sucumbido en los dos primeros enfrentamientos ante Polacos y Macedonios. Todo apuntaba a otra derrota ante los hispanos. Lizarazu reunió a sus compañeros y tan sólo les dijo: “Si todos nos respetan es porque siempre hemos respetado a nuestros rivales en el campo de batalla. Demostremos a todo el Imperio que los hispanos sólo peleamos para ganar, ganar y ganar. Fuerza y honor, compañeros”.
FUERZA Y HONOR
Un sentimiento, unos colores, una pasión: CHORIMA BASKET