Crónica del Año 15 de la Era Buzzerbeatiana – 7ª semana
Todos se inclinaron a modo de reverencia ante la llegada del Emperador. Quería saber de primera mano que tal se iba desarrollando el torneo y que opinaban los senadores del mismo. En su mente, recuperar el prestigio de Roma y para ello empezar por algo tan “inocente” como estos juegos. Necesitaban los ejércitos romanos recuperar su orgullo y poderío y volver a ser una de las naciones más poderosas del continente y del mundo. Pompeyo, su fiel asesor y espía en el senado, le informaba de como la población estaba disfrutando del espectáculo. Que los ciudadanos olvidasen sus problemas con el gran torneo era vital para el futuro del imperio. Se habían empezado a notar voces discordantes y se temía que algún que otro grupo organizado pudiese provocar serios altercados en la ciudad, pero nada mejor que mantener al pueblo ocupado para que esas voces se perdieran entre la pasión que los romanos tenían por los espectáculos del circo. Por otro lado el general Caius le puso al día de como estaba desarrollándose el torneo. El hombre de armas de confianza del Emperador hizo un balance de como estaba viendo a los distintos combatientes poniendo importante énfasis en lo fuertes que se estaban mostrando los Turbato y compañía, consciente de que eso era lo que quería oir el Emperador. Cuando le preguntaron por el resto de los rivales no dudo en afirmar que todos eran grandes guerreros pero tenían estudiados sus puntos débiles, de hecho habían perdido galos y helvéticos en el último combate lo que le demostraba su vulnerabilidad. Sin embargo tomó la palabra un viejo senador, Lucius, hombre respetado por todos incluso por el propio Emperador aunque muchas veces el senador se había mostrado crítico ante su labor, y le preguntó que por que no había comentado nada de los germanos y sobre todo de los hispanos cuyas hazañas se comentaban por toda Roma. Por unos instantes se pudo apreciar un cierto titubeo en el general, pero se recompuso rápidamente diciendo que hasta ahora sus rivales no habían sido de gran altura y habría que verlos en acción más adelante para conocer de primera mano cual era su auténtico poderío. La mirada del senador Lucius se clavó en los ojos del general Caius. Sus palabras decían una cosas pero en su mirada había duda. El senador era conocedor de las dudas que sembraba ese grupo de irreverentes pero aguerridos guerreros en el alto mando romano. Sería bueno ir tomando medidas, pensó.
Ajenos a todo esto, en la zona reservada al entrenamiento de los luchadores dentro del Coliseum, Lizaranzu estaba reunido con sus hombres. A las pocas horas volverían a pisar la arena del gran circo romano, pero en esta ocasión el combate no tenían ninguna importancia para ellos. Los jueces encargados de la competición ya habían nombrado una serie de pueblos y tribus que se pasarían a la fase definitiva, a la fase donde se decidiría quien iba a ser el campeón. Todavía había muchas plazas sin ocupar, pero el nombre de los hispanos aparecía ya entre los elegidos. Así el combate contra los serbios, otra tribu procedente de los balcanes, se presentaba como algo intrascendente. Sin embargo el líder de los hispanos era consciente de la repercusión que estaban empezando a tener en Roma. A sus oídos había llegado que muchos ojos empezaban a ver con preocupación su forma de combatir, su valentía en la arena, su osadía ante el enemigo, su temple en el combate. Y este combate, sin valor para la mayoría, podría suponer un golpe encima de la mesa que podría asustar a más de uno. “Compañeros, hoy no queda más que luchar por nuestro orgullo, el orgullo de representar a nuestros pueblos, el orgullo de demostrar a toda Roma quienes somos y como luchamos, el orgullo de salir a a la arena de la única forma que sabemos hacerlo, luchando por la victoria. Bueno luchando solo no. Alcanzando la victoria. Todos juntos: FUERZA Y HONOR”.
Un sentimiento, unos colores, una pasión: CHORIMA BASKET