Crónica del Año 15 de la Era Buzzerbeatiana – 11ª semana
Roma estaba dividida. El Torneo seguía adelante pero tanto los habitantes como los visitantes discutían sobre quien iba a ser el ganador del mismo. Un par de semanas antes nadie dudaba de la victoria de los legionarios romanos, pero tras su inésperada derrota en la arena, ya dentro de la población romana, se generaban dudas y discusiones. Germanos, galos, hispanos, lituanos ..., varios eran los candidatos para alzarse con el triunfo final. Cada uno utilizaba sus argumentos, que no convencían a los demás y lo único que se conseguía es que, si el alcohol acompañaba en altas dosis las discusiones, estas acabasen en peleas que se estaban empezando a repetir con demasiada asiduidad en cada esquina de la ciudad, cosa que empezaba a precupar a los generales que se encargaban de controlar la seguridad de la ciudad.
Pero Roma no sólo estaba dividida en las calles. Había caido la noche y unas sombras furtivas se movían con celeridad a través de las calles romanas intentando pasar inadvertidas. Llegaron a la altura de una de las casas más importantes de la ciudad: la del senador Pompeio Flavio. Al entrar en la instancia se quitaron las túnicas. "Bueno ya estamos todos", comentó el anfitrión. Allí se encontraban siete de los senadores más influyentes del Senado romano. El motivo estaba claro. A todos les habia parecido una locura el gasto de dinero que suponía este Torneo para contentar a la población y para regocijo personal del emperador y todos temían que la victoria de Roma en dicho torneo hubiera supuesto un espaldarazo popular a las locuras que llevaba a cabo el líder del Imperio a su antojo y sin que el Senado, muchos por miedo a represalias, fuera capaz de impedirlo. Sin embargo la victora de los hispanos ante los romanos les había dado la oportunidad y la valentía de organizar una oposición al emperador que acabaría por derrocarlo. Tras un largo rato de discusión uno de los senadores más jovenes comentó que necesitaban el apoyo de alguno de los senadores más respetables lo que podría llevar a que algunos generales se pusieran también de su parte y pudiera resultar más fácil derrocar al emperador. En ese momento Pompeio Flavio le contestó: "Tranquilo, joven Cornelius, el hombre del que hablas ya está aquí", y en ese momento de entre las sombras apareció el senador Lucius, sin duda el senador más respetable de todo el Consejo. La sorpresa de todos fue enorme. Pero la sonrisa cómplice del veterano senador, dió un gran tranquilidad y seguridad a todos los protagonistas del complot.
En otra parte de la ciudad, ajenos a toda discusión callejera y a todo complot, los hispanos disfrutaban de una tarde de descanso saboreando esos fantásticos nectares que les servían en su taberna favorita. Los últimos en caer ante su poderío habían sido los judios. Un combate igualado pero que poco a poco se fue decantando hacia el lado hispano gracias a la actuación Mikel Zuya, el halcón, un íbero considerado como uno de los guerreros más diestros que se han visto en el Coliseum. Cada vez quedaba menos, pero ahora no había ya no cabía lugar a ninguna equivocación. Un fallo, una derrota en la arena y ya no habria tiempo de reaccionar. Por otro lado, ya eran muchas semanas fuera de casa. Se echaba de menos a la gente querida, el calor del hogar, y eso empezaba a pasar factura a todo. Sin embargo todos eran conscientes que llegados hasta aquí sólo quedaba dar unos últimos pasos. Era el momento de darlo todo. Era el momento de hacer un esfuerzo. La gloria estaba cerca. Y todos lo sabían. Y todos querían tocarla, saborearla, alcanzarla. Era el momento del brindis. No hacía falta decir nada. Todos se miraron. Todos sabían que estaban pensando, porque todos pensaban en lo mismo. Solo bastó levantar las copas y decir todos al unísono: "FUERZA Y HONOR".
Un sentimiento, unos colores, una pasión: CHORIMA BASKET