Crónica del Año 15 de la Era Buzzerbeatiana – 13ª semana (1ª parte)
Ya estaba todo decidido. Era la hora de la verdad. Los cuatro mejores pueblos, los cuatro más combativos, los cuatro más diestros sobre la arena iban a disputarse entre ellos el honor de llevarse los grandes juegos que el emperador romano había ofrecido a su pueblo: fiesta y diversión para olvidarse de los problemas de un imperio en el que muchos estaban preocupados ante su clara decadencia pero pocos la mostraban en público por miedo a posibles represalias. Los últimos combates habían dejado como nota reseñable una derrota de los hispanos ante los lusitanos, pero teniendo en cuenta que los primeros eran los únicos con la plaza asegurada para los combates finales, poca importancia tenía ya. Y llegaba el momento de saber quienes eran los cuatro elegidos. Los jueces tomaron la palabra y anunciaron cuales serían los próximos combates: hispanos contra germanos y romanos contra polacos. Era la antesala del combate definitivo. Era el último paso. Los ganadores pasarían a la gran final en la que lucharían por algo más que un simple título. Pero antes todos debían superar un último escollo y dos de esos pueblos se iban a quedar por el camino. Además un problema añadido, no había un semana de descanso como había sido habitual, en este caso en la misma semana se disputarían los dos últimos combates, así que desde el primer momento motivación y entrenamiento eran las premisas de todos ellos.
En esos días previos al combate, el patio de entrenamientos era un auténtico hervidero de curiosos y fans que querían ver a sus ídolos y hacerles llegar su admiración por lo que la propia guardia romana tuvo que establecer un perímetro de seguridad en torno al Coliseum esos días para que nadie pudiera turbar la preparación de los gladiadores. Eso también suponía que los propios protagonistas tenían prohibido salir del mismo recinto, por lo que los hispanos tuvieron que aplicar aquel viejo dicho de si "Jupiter no va a la montaña, entonces la montaña irá a Jupiter" (nota del traductor: se ve que los arabes reinterpretaron ese viejo dicho romano sustituyendo a Jupiter por Mahoma), y consiguieron que les llevasen una buena provisión de vino y cerveza.
Era el último brindis antes del combate y todos eran conscientes de la importancia del momento. Todo por lo que habian luchado a lo largo de estas semanas y todo lo que habían soñado desde su llegada a Roma estaba a punto de resolverse en apenas unos días. Primero los germanos, uno de los grandes favoritos ya desde el principio, que habían llegado a Roma precedidos de una enorme fama de fantásticos guerreros que no le dan opciones a sus enémigos y que lo habían demostrado a lo largo de estos Juegos y de conseguir la victoria todo apuntaba a que esperarían los romanos con esas ganas de venganza tras la humillación sufrida ante los hispanos. Pero nadie quería pensar en la final. Había un enorme respeto a los germanos. Levantaron sus copas. Todos eran guerreros muy experimentados y no necesitaban escuchar nada ya que sabían a lo que se enfrentaban, si habian llegado hasta ahí era porque cada uno sabía lo que tenía que hacer. Sólo bastaba con decir una cosa. Liza tomó la palabra: "Compañeros, la victoria mañana tiene que ser nuestra".
De nuevo un brillante sol inundaba Roma y hacía que el Coliseum, una vez más repleto de gente, tuviese un aspecto espectacular. Apenas quedaban unos minutos y Liza miró a sus compañeros. Sabía que todos, pese a su gran experiencia, tenían al igual que él, ese hormigueo en el estómago propio de las grandes ocasiones. Se giró: "Ha llegado el momento". Y una vez más, la 13ª desde su llegada a Roma, repetieron todos el mismo ritual de antes de empezar cada combate: se agacharon, cogieron un poco de tierra con la que se frotaron pausadamente las manos y Liza agarrando el mango de su espada les dijo: "Fuerza y honor", a lo que el resto, unidos en una sola voz, respondieron: "Fuerza y honor"
Un sentimiento, unos colores, una pasión: CHORIMA BASKET