Nos precipitamos al fondo de la tabla por mérito de calculadas circunstancias. Primero los Devils nos vencen a domicilio, empleando perdigones de entusiasmo. Si era intrincado doblegar talento y entusiasmo en nuestro propio pabellón, ¿qué posibilidades había de controlar ese tándem fuera casa? La actuación de los olímpicos fue impecable. Idéntica visión tuvimos nosotros: fallamos en tanto el entusiasmo nos atenazaba. No jugamos en todo nuestro potencial, aun así conseguimos aproximarnos peligrosamente al trote local; sin embargo, el tridente ofensivo convocado por El Mercader destrozó el sueño de la primera victoria.
Me hubiese gustado anotar el despliegue de mi elenco en situaciones pares. El entusiasmo perturbó el funcionamiento de mi quinteto, y nos condujo, terriblemente, de la confusión a la desesperación. El primer cuarto nos costó detener la furia de los olímpicos, la efectividad de los minutos iniciales era desconcertante y fabricó en un abrir y cerrar de ojos una ventaja casi irreparable. El segundo cuarto mostró un juego más tibio por parte de ambos bandos; errores continuos y dominio compartido. Parecía que se podía salvar el resultado y rehuirle al fantasma del octavo lugar. Sin embargo, el margen de tres puntos apenas duró unos segundos, pronto los locales extendieron la diferencia.
Un empate a duras penas cerró el duelo. Pudimos dar más, es cierto, pero la intención de estas dos primeras jornadas es tomar el pulso al plantel y no obsesionarnos con victorias artificiales. Por ahora no tenemos destellos como para doblegar a cuadros como Alianza Devils o Sporting Olimpia.
Miramos el sábado con gran ilusión. ¿Saldremos de la cola?