Es lacerante perder de local. Principalmente porque el recinto santé se mantenía invicto en la presente edición y ya tenía vapores de mausoleo para quién osase medir fuegos con el elenco estelar. Sin embargo, el gran puntero de la liga era Ancat, y ante mis pupilos quedó sentado quién es el gran favorito al ascenso.
Aunque existieron concausas que favorecieron al visitante, no podrá desmerecerse esa ventaja obtenida sin agotar un ápice de entusiasmo. Mi equipo llegaba mermado no solo físicamente, sino moralmente. Dos jugadores lesionados, uno pieza importante en la disposición ofensiva; un elemento con forma risible, devenida de la lesión; dos interiores con sobrecarga de minutos de la semana previa, sin músculos para afrontar el duelo.
Los Gunners quedan expeditos para proclamar la localía en una eventual final de PO. No despedimos la esperanza de ver a Ancat trastabillar en la última ronda y posibilitar una batalla por diferencia de puntajes. Sería un escenario trepidante. Con este marco, la pelea por el ascenso recién se inicia. Con total franqueza debo admitir que me gusta más a Ancat como local, pues con la concurrencia a mi pabellón no sale a cuenta celebrar las finales en casa.