Volvieron sobre sus pasos y pusieron rumbo hacia la casa de Chuse el elfo, dando una considerable vuelta, en esta ocasión atravesando, en primer lugar, el reino de los chinos. Era el primer traspiés de este viaje y los hoBBits se dieron cuenta que el camino no iba a ser nada fácil. A los pocos días los elfos decidieron apartarse un poco del camino para pasar la noche en un posada. Era una buena oportunidad, pensaron los hoBBits, de volver a probar la comodidad de una buena cama y de unas suaves sábanas. Mientras cenaban y pese a que la posada estaba llena, Nuno y sus amigos, no dejaron de reparar en un par de enanos que estaban sentados en una mesa cercana y que estaban armando un gran jaleo.
“Que te juro por las minas de Moria que tengo razón, viejo testarudo”.
“Testarudo, a mi me llamas testarudo, el que rompió una de las paredes de la cueva de nuestro padre con la cabeza”.
En esas estaban cuando uno de ellos se levantó de la mesa y se acercó, presto y dispuesto, a la mesa que compartían Nuno y sus amigos, y les dijo:
“Os puedo hacer una pregunta. ¿Qué opináis de este medallón?”, comentó mientras les ensañaba un medallón idéntico al que habían enseñado los elfos días antes.
“Que vamos a opinar. Pues que bienvenidos a esta aventura”, dijo Orozco León, enseñando a su vez su medallón.
“Vaya, toca compartir viaje con los enanos”, refunfuñó Monty.
“Bueno pues toca presentarse, soy Campas y este es mi hermando Pardo. Y venimos a poner nuestra maza a tu servicio Nuno, le guste o no a los elfos”, dijo el enano que se había acercado a la mesa mirando con cierto desprecio a los elfos.
“Toda ayuda es bien recibida. Bienvenidos”, contesto Nuno.
“¡Qué pasada!. Elfos, enanos. Estoy deseando comprobar que más sorpresas nos depara este viaje”, comentó Courel, cuando los cuatro hoBBits estuvieron a solas en su habitación.
“A mi mientras no se peleen entre ellos”, apuntilló Magariños.
“Bueno toca dormir que a saber cuando volvemos a hacerlo en una cama”, les dijo Betanzos.
“Ay señor Betanzos, cuanto hecho de menos las comidas de la comarca”, suspiraba Lizaranzu.
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