MALOS PRINCIPIOS, UN BUEN FINAL
Me pregunto el porqué de tanto tiempo todo a oscuras, por qué mi vida es un castigo adjudicado, un camino que yo no he elegido y que sólo he tenido que recorrer.
¿Estoy en la realidad o en un sueño, o sólo tal vez soy un juego de otros? No lo sé... Son caminos que no comienzo, que unos empiezan, pero que yo debo terminar.
Recuerdo tristemente mis primeros años de vida, cuando yo era aún hijo único, y sin dudarlo ni un momento te digo que no son los correctos, ni los adecuados para un niño, ni los que yo quisiera haber vivido.
Desde hace ya mucho tiempo llevo en mis pupilas clavada una escena, es como la espada que me llegó al corazón, de la que hoy aún me duelo, es la que me enseñó a madurar. Con escenas como esta no me extraña que digan que no hay justicia en el hogar.
“Yo me encontraba junto al sofá revolcándome con mis juguetes, como siempre, pero yo en mi madre percibí algo raro, estaba inquieta. Le pregunté que por qué se comportaba de esta manera y con un suspiro y voz entrecortada me contestó:
-Hijo mío, papá no llega a su hora, se ausenta más de lo debido-. No pudo contener las lágrimas y se echó a llorar.
Minutos después mi padre entró por la puerta de casa, ebrio y desorientado y con ganas de “armar follón”.
Mi madre, cuando percibió que allí se encontraba él, le dijo sobresaltada que no era digno de merecerse ni sus besos ni sus caricias.
Él respondió agrediéndola, concretamente una bofetada, y además un empujón, cuya consecuencia al impactar sobre la mesa fue que mi madre se abrió una brecha en la cabeza.
Esa fue una de las muchas noches en comisaría, pero, como siempre, días después, la denuncia por malos tratos fue retirada, por miedo, por amor, no lo sé...
Más tarde nacieron mis hermanos, primero fue Sara y después Adam, pero como era de esperar, ellos vivieron lo mismo que yo, estuvieron en la misma prisión y con la misma sentencia, cadena perpetua.
Uno de aquellos días, mi madre hizo las maletas y nos llevó a los tres, sin ninguna explicación a ese ser sin sentimientos, sin principios, sin...
Fuimos al aeropuerto donde esperábamos tomar un avión rumbo a un país extraño, un lugar para nosotros desconocido.
Ahora tengo 70 años, vivo en el país desconocido hacia el que nos dirigimos. Hace ya más de diez años que mi madre ha fallecido y aun así sigo teniendo esas imágenes marcadas de mi infancia y no me arrepiento de lo visto aquellos días, aquellos años, aunque ahora soy incapaz de soportarlo otra vez.
Soy padre y abuelo, y en toda mi vida he sido incapaz de pegarle a una mujer, y aunque mis principios no han sido buenos, lo importante es rectificarlos y aprender de nuestros errores. No por haberlos vivido tiene que ser la imagen y semejanza de nuestros hechos futuros, solo nosotros somos los responsables.
Un reto debemos tener muy presente, el de guiar por el buen camino a nuestros hijos, nuestros nietos...
Ésta es la historia de mis principios, es la historia de un final correcto.
Autor: Iván Ros Arnao Año: 2003
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